martes, 14 de enero de 2014

Bouizarkane, un cruce de carreteras olvidado en el desierto


Bouizarkane es un pueblo en medio del sur de Marruecos, dónde se da antesala al gran Sahara, y nada más. Un cruce de carreteras donde parece haberse parado el tiempo. Parada obligada por su situación en la vía que une las ciudades de Guelmim y Tiznit, dos de las más importantes al sur de Marruecos, y punto de partida a una de las rutas entre montañas más vertiginosas y bellas de esta zona del país.

Un lugar en que la gente mira con extrañeza la presencia de turistas, preguntándose quizás que hacen allí, cómo habrán llegado hasta sus desvencijadas y olvidades calles de adobe. Su mercado es el polo opuesto a los boyantes zocos de ciudades como Tiznit o Marrakech, tan solo una pequeña calle en la que se desperdigan algunos comercios de textiles o verduras enfocados a un público local y un amplio patio donde entre ruinas aparecen algunas tiendas más, dificil saber de qué exactamente.

Calle interior de Bouizarkane | B. Iru Pérez
Dos mujeres en la calle principal de Bouizarkane | B. Iru Pérez
Bouizarkane es probablemente el pobre reflejo de una carretera que vivió momentos mejores. Una muestra del Marruecos más rural y un lugar para quebrar el tópico que asocia la pobreza, o la falta de carreteras asfaltadas y edificios de cristal a la infelicidad. También allí los vestidos de las mujeres son de colores, los hombres pasean de la mano entre risas, y tanto propios como los pocos extraños que allí paran disfrutan calmadamente del té en alguna de las terrazas que se juntan junto a la carretera, dónde taxis y autobuses hacen parada antes de partir hacia alguna de las ciudades.

El pueblo en sí tiene escaso interés más allá de una parada para descansar, al ser una de las pocas poblaciones que se pueden encontrar a lo largo de la carretera. Sin embargo, el atractivo reside, para los amantes de las montañas y sus rutas, en las colinas que se extienden al norte de esta pequeña aldea que parece vivir únicamente del transito de la carretera.

Una sistema montañoso que hace olvidar los paisajes llanos e infinitos que unen la ciudad de Guelmim con este recóndito pueblo. Barrancos por dónde corre el agua marrón tras las lluvias, las que supongo escasas por la aridez de la zona, y que parecen invitar a ser exploradas a camello. Paisajes rugosos y grandes relieves que desembocan en praderas, o al menos lo más parecido a una pradera que puede aflorar en esta zona tras las lluvias. Se olvida la cercanía del Sahara y se disfrutan las curvas, la orografía, y las carreteras sinuosas. Se escenifica la diversidad de Marruecos.

Montañas al norte de | B. Iru Pérez

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