jueves, 19 de septiembre de 2013

La Acebeda. El último rincón del olvidado Valle del Lozoya

La Acebeda, con tan solo 65 habitantes, es un pueblo diminuto que se encarama a la sierra que cubre el Valle del Lozoya. Uno de los rincones olvidados de la Comunidad de Madrid, que ve pasar por sus calles la Cañada Real Segoviana y se vende al turismo (con más camas de hospedaje que habitantes) como un remanso de absoluta tranquilidad.


Poseyendo el título de 'Villa' La Acebeda debe su origen, que se remonta más de 300 años en el tiempo, a los pastores que cruzaban la vía pecuaria que une Madrid y Segovia e iniciaron allí un pequeño asentamiento. En el pueblo aún se conserva una de las primeras casas construidas por los ganaderos de la época, una pequeña construcción de piedra que es patrimonio protegido de la Comunidad de Madrid.

Casa de ganaderos, una de las primeras construídas en el pueblo | B. Iru Pérez


La Acebeda no tiene colegio, tan solo dos niños viven en el pueblo, ni mucho menos hospital. Apenas un par de posadas, un camping, y una pequeña venta-bar son los comercios que se pueden encontrar en sus calles. Pero su atractivo radica precisamente ahí, en el silencio y la paz que se respira entre sus viviendas, la mayoría manteniendo el estilo de antaño, con paredes de piedra y techos de teja árabe.

El centro de la aldea lo ocupan el ayuntamiento, de nueva construcción pero manteniendo el estilo de las demás edificaciones, y la Iglesia de San Sebastián, un templo barroco del siglo XVII que es sin duda uno de los principales atractivos (aunque no está abierta al público de forma habitual).

Iglesia de San Sebastián | B. Iru Pérez
Más allá de las construcciones, La Acebeda es un lugar para perderse en sus caminos y dejarse absorber por la vida calmada que llevan sus habitantes. Subiendo por la Cañada Real se pueden contemplar increíbles vistas de la región y los pueblos de alrededor, además la orografía y la vegetación permiten que desaparezca todo rastro de acción humano y perderse entre prados y zonas de pasto tan solo exploradas por las vacas y sus pastores.

Fuente principal | B. Iru Pérez
Pueblo de fuentes
Una de las curiosidades de esta villa rodeada de acebos (los cuales le dan nombre) es la riqueza acuífera. El pueblo está salpicado de numerosas fuentes, ya que hay muchas vías de agua que lo cruzan. El agua es fría y pura y brota de forma constante en muchos de los rincones de su reducido espacio urbano. Además adentrándose en los senderos que discurren alrededor se encuentran diminutos cauces por donde corre el agua que luego llega hasta sus fuentes.


Llegar al pueblo
Llegar al pueblo en transporte público es una auténica odisea. Tanto el alcalde como los vecinos mantienen que es una de las principales trabas al turismo, ya que tan solo tres autobuses conectan diariamente con la localidad cercana de Buitrago de Lozoya. Los fines de semana existe una conexión directa con Madrid, pero la forma más cómoda de llegar es en coche. Desde la A-1 existe una salida directa a la altura del kilómetro 83, y se tarda aproximadamente una hora desde la capital.

Patio de 'La Casona de Ana' una de las posadas del pueblo | B. Iru Pérez


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