miércoles, 22 de febrero de 2017

Viajar Tafraoute, autenticidad rural entre las montañas de Marruecos


Viajar a tafraoute, marruecos
Viajar a Tafraoute en uno de esos taxis colectivos de los años 60, con su característico color verde y amarillo, es hacerlo a un Marruecos direferente. Auténtico, rural. Entre las montañas de la mitad sur del país, donde las mujeres visten de negro y la vida, que desaparece bajo el agresivo sol de medio día, brota al caer el atardecer. La prueba de que no todo son ciudades milenarias y playas kilométricas en el reino alauí. Al sur de Marrakech, un punto a marcar en la lista.

Lo llaman el corazón bereber del Anti Atlas. Tafraoute es un cruce de caminos, un pequeño pueblo de solo unas pocas calles que se reparten alrededor de la alta mezquita principal. Ese imponente minarete marrón claro... como sus casas, como sus montañas. Aquí el tiempo pasa de una manera más lenta y, aunque el creciente turismo de caravanas empieza a invadir sus alrededores, aún se respira una atmósfera sin contaminar. La artesanía aún se trabaja a mano en su pequeño mercado tradicional, repleto de babuchas, alfombras y joyería de los nómadas bereberes.

Mezquita de Tafraoute, Marruecos

Agrd Odad, Tafraoute, Marruecos

Aquí se está en zona bereber, o tamazigh, y eso se deja notar también es el nombre de uno de sus principales atractivos. A tan solo 20 minutos caminando desde el pueblo se llega a una pequeña aldea presidida por una gigantesca figura: Agrd Odad, que significa literalmente puño y dedo gordo en esta lengua. Una colosal formación rocosa, digna de película de ciencia ficción, bajo la que se expande un caserío de apenas un centenar de casas.

Casas también marrones, como su mezquita, como las pidras lisas y la tierra que se expanden a su alrededor. Con esas puertas azules que recuerdan a un mar que en estas latitudes ya queda algo lejano. Quizás algún día por aquí fluyó el agua, dejando esta orografía que parece sacada de otro mundo, pero hoy no se puede negar que es desierto. No es un desierto al uso, de dunas y camellos, pero es desierto al fin y al cabo. Es una aridez entre la que la gente de Tafraoute ha desarrollado su parsimonia, su paz, su amabilidad. No hay que extrañarse si en estos lares un campesino para su bicicleta, o su moto, para simplemente superar las lejanas diferencias lingüísticas y darnos la bienvenida.



Es tierra de nómadas, y tampoco importa mucho el punto cardinal. Ya sea la intención la de visitar Agrd Odad, o las rocas pintadas azul celeste que se expanden un poco más allá y copan las postales, al final sus rutas invitan a perderse prácitcamente sin rumbo. A serpentear los senderos que se pierden hasta las cimas de las montañas que rodean el pueblo. O a dejarse llevar en llanuras que, esta vez si, recuerdan algo más a la definición común de desierto.

Al igual que en el resto del país un urbanismo salvaje hace que Tafraoute se expanda con nuevos barrios. Pero sigue siendo un pueblo, con su mercado y su mezquita como epicentro. Sus calles centrales son un buen lugar donde sentarse a tomar un té y ver pasar el tiempo, donde disfrutar del tajine o de sus platos de ternera con marcado acentro marroquí. Esa definición tan moderna de 'slow travelling' se hizo a medida para destinos tan antiguos como éste.



El boom turístico que vive todo el país también ha llegado aquí, es habitual encontrarse extranjeros en bicicleta, su camping a rebosar y turistas nacionales aprovechando una escapada de fin de semana. Pero aún no está caricaturizado. Guarda su autenticidad, sus ancianos en las terrazas manteniendo conversaciones interminables, sus artesanos cosiendo babuchas que aún no vienen de China.

Tafraoute da para una noche, quizás dos, y recargadas las pilas tocará volver. Seguramente por Tiznit, pues si se viaja en transportes colectivos las rutas parecen acabar aquí, al oeste solo quedan montañas y una tortuosa e interminable ruta de tierra hasta Tata (lugar, dicen, más especial y genuino incluso). Estos no son los único atractivo de una zona a veces desconocida y olvidada. Hay Marruecos al sur de Marrakech, pero este pueblo, este rincón monocromático pero lleno de vida, es uno de los mejores ejemplos.

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