martes, 28 de abril de 2015

El mirador del Castillo, las mejores vistas de Cuenca


Cuenca es una de esas grandes infravaloradas dentro de la península ibérica. Su pequeño y empinado casco histórico es una joya que emana romanticismo y que deja, desde lo más alto, vistas y atardeceres de ensueño. Tan solo hay que caminar unos metros desde que acaban las casas para encontrarse con un mirador que se asoma sobre el vertiginoso valle que forma el Huécar. Lugar privilegiado para contemplar tanto la parte vieja como la nueva de esta ciudad.

El barrio del castillo, donde lo único que falta, curiosamente, es el castillo (al menos de forma visible ya que si que se encuentran allí las ruinas de la antigua fortaleza árabe), es el último caserío en lo más alto de ese escarpado e histórico peñón que concentra, en poco espacio, la gran mayoría de atractivos arquitectónicos de la capital conquense. Una ciudad que se conoce subiendo sus cuestas, y cuyo mirador es el punto y final (o seguido) perfecto para un paseo por sus calles de adoquines.





Por su tamaño, Cuenca es un rincón que hay que conocer con calma, y en este lugar la calma es la bandera. Con el edificio del Convento de San Pablo, convertido hoy en día en el Parador Nacional de Turismo, como primer protagonista, se abre al horizonte todo el paisaje urbano de esta ciudad Patrimonio de la Humanidad. Una vista infinita que continúa perdiéndose por kilómetros y kilómetros de llanos y de cultivos, de postales con el sello de Castilla la Mancha.

En un artículo publicado en el diario digital Público calificaban Cuenca como ese "conjunto urbano arracimado en lo alto del doble desfiladero que forman en su encuentro los ríos Júcar y Huécar" y la representación de ese "racimo" arquitectónico se observa, como de ninguna otra manera desde aquí. 




Acondicionado con unos pocos bancos a la sombra de los árboles, este punto regala la vista del oeste, dónde el sol se esconde cada día demostrando (como dije al empezar el artículo) que es una ciudad de romanticismo infravalorado. Y es que los últimos rayos del sol no siempre desaparecen brillando junto al mar, sino que también lo hacen en lugares como éste, tiñendo de rojizo los ladrillos que vieron pasar la milenaria historia de este lugar.

Mirador de las Casas Colgadas
No cabe duda que el símbolo más conocido de Cuenca son sus Casas Colgadas, y si hay que buscarle un pero al mirador del barrio del castillo es que NO podremos sacarlas en la foto. Para contemplarlas como en las postales hay que cruzar el río por el moderno puente de hierro que conecta el casco histórico con el Parador de Turismo. Desde allí, desde el propio puente, o desde la orilla de enfrente aparece el único perfil que no se asoma en la panorámica vista desde el mirador.

Quizás te interese: Cuenca, romanticismo más allá de las casas colgadas

También te puede interesar

0 comentarios:

Publicar un comentario