jueves, 21 de julio de 2016

Tirana, un motor de contrastes para la Albania moderna

Albania se transforma, se moderniza, sus calles se renuevan, y Tirana es su motor. La capital de un país de contrastes, de caóticas grandes avenidas y cochambrosos callejones. Un ejemplo europeo de tolerancia religiosa, donde las mezquitas y las catedrales comparten las plazas y las modernas cafeterías comparten esquina con los bazares tradicionales. Una mirada obsesa hacía occidente que brota en una ciudad donde aún quedan restos palpables de una de las dictaduras comunistas más cruentas de Europa.

"En 10 años esto va a ser América" comenta Iván, un joven montenegrino que conduce cada día uno de los pocos transfer que cruza desde Montenegro a Albania. Quizás sea una declaración exagerada, pero lo cierto es que bastan unos pocos días en la enorme Tirana para darse cuenta como la sociedad albanesa deja muy atrás el pasado de férreo régimen comunista que sometió el país hasta hace poco más de 20 años.




La horrenda pirámide de hormigón que en su día fue un museo en honor a Enver Hoxha, primer lider comunista del país, hoy es una basta estructura abandonada. Por sus paredes inclinadas juegan los niños y sus puertas se encuentran tapiadas. Tras su figura resalta la de uno de los grandes edificios modernos la ciudad, curiosamente sede de un banco austriaco.

En las anchas avenidas que cruzan la ciudad se suceden elegantes cafeterías y restaurantes de estilo totalmente europeo. Aún en obras empiezan a aparecer figuras de rascacielos entre los deteriorados edificios de estilo soviético (aunque Albania nunca fue parte de la URSS). Alrededor de la gigantesca plaza central, presidida por la estatua del gran héroe nacional Skanderbeg, se atisban los rasgos de una incipiente capital europeizada.



Es también alrededor de esa gigantesca extensión de césped donde se encuentran los principales exponentes turísticos de un lugar en el que este sector no llega ni a residual. Apenas un puñado de mochileros en busca de aventura recorren un destino que puede llegar a parecer basto y monótono, donde la patriótica y rectangular fachada del Museo Nacional acapara la mayoría de folletos de viajes.

De Tirana, sin embargo, llaman la atención su diferencia y sus contrastes. Las ramblas arboladas comparten esquinas con callejones miserables de paredes sin pintar, los mercedes de alta gama (sorprendentemente abundantes) aparcan junto a edificios que parecen fruto del tópico más cerrado sobre la arquitectura balcánica.



En medio del desequilibrado urbanismo de la ciudad aparecen unos rasgos de identidad que difiícilmente podrá borrar la creciente occidentalización de Albania. El pasado otomano de este país queda patente en sus restaurantes, sus parrillas, sus mezquitas... en los bazares callejeros en pleno centro de la ciudad. Albania tiene una cultura y un espíritu propios, diferente al del resto de los Balcanes y de Europa.

Convivencia religiosa

Los contrastes y la convivencia quedan hoy patentes también en los símbolos religiosos. Un país en el que se estima en torno al 70% de población musulmana, en el que desde la puerta de la mezquita más antigua de la ciudad se atisba la torre de la colosal catedral ortodoxa. Muchos años de persecución religiosa, donde cristianos y musulmanes fueron perseguidos por igual, han provocado una sociedad que presume con orgullo de la armonía entre sus diferentes credos.



La mayoría islámica de la población, o el rango minoritario del credo ortodoxo, no impide que desde 2012 la descomunal Catedral de la resurrección de Cristo, sea uno de los monumentos más visibles en el centro de una ciudad dónde hace tan solo 30 años se destruían los templos de cualquier confesión. Una iglesia moderna en cuyo complejo cuenta con salas de conferencias, conciertos e incluso un ala dedicada al teatro.

Transporte público y caos circulatorio

Tirana, con un millón de habitantes, carece de una estación de guaguas (autobuses) como tal, y no cuenta ni con tranvía ni con metro o algún medio de transporte similar. Mención aparte el caos de tráfico que reina en un país en el que parecen haber desaparecido las reglas en ese aspecto "conduzco más de 8 horas al día pero a Tirana prefiero entrar solo lo necesario" comenta Iván, el chófer del tránsfer.



Unas condiciones que hacen que la mejor forma de recorrerla, a pesar de su tamaño, sea a pie. Algo a lo que ayudan las grandes arterias que cruzan la ciudad y donde se aloja la gran mayoría de la actividad comercial. A pie por las grandes avenidas se puede llegar sin problema desde un punto a otro de Tirana. Y si quedan ganas de pasear a lugares como el gran parque y el lago artificial que se encuentran tras la plaza Madre Teresa.

¿Por qué Tirana?

A priori puede parecer que una visita a Tirana, sin grandes monumentos o rutas turísticas, puede resultar prescindible. Más aún teniendo en cuenta que el valor turístico de Albania reside principalmente en su costa de playas mediterráneas aún sin gran explotación. Sin embargo conocer su capital supone ver en primera persona el presente y el pasado de un país completamente diferente a lo que el viajero está acostumbrado en la Europa 'turística'.



Una ciudad donde, aunque cueste encontrar a alguien que hable un idioma que no sea el albanés, el viajero es recibido con amabilidad e interés. Su ausencia de una gran circuito de monumentos se puede suplir con la vida de sus modernos bares y cafeterías, dónde la tranquilidad también contrasta con el bullicio de sus avenidas. Además cabe destacar que Albania es un destino muy barato.

La caótica diferencia de una capital europea a veces olvidada merece la pena. Quizás en 10 años, como decía Iván, este rincón de los balcanes sea América. Afortunadamente todavía es Albania, ni la comunista ni la occidentalizada, es la de los contrastes, la de la convivencia religiosa, la posibilidad de viajar a lo desconocido sin salir del continente.

También te puede interesar

0 comentarios:

Publicar un comentario