miércoles, 18 de febrero de 2015

Aranjuez, retiro de palacios y jardines al sur de Madrid


A menos de 50 minutos desde Madrid, ya se haga en coche o tren de cercanías, se encuentra Aranjuez. Una ciudad que remonta su historia a tiempos árabes e incluso romanos, pero que es conocida por sus kilómetros de jardines, sus gigantescas plazas y su Palacio Real, retiro de la monarquía española desde su construcción en 1561. Uno de los primeros rincones que baña el río Tajo en su fluir hasta Lisboa y uno de los últimos al sur de la provincia madrileña.

Desde que a finales del siglo XV los Reyes Católicos convirtieran este punto en su residencia primaveral, Aranjuez comenzó a convertirse en la representación palaciega de la exuberancia y la opulencia de la monarquía castellana a lo largo de la historia. Su Palacio Real es la puerta de entrada a una localidad declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y es además para muchos más interesante y arquitectónicamente más estético que el situado en el centro de la capital.



Un monumento que vio pasar decenios sin ser terminado, sometido a remodelaciones y ampliaciones mantuvo, sin embargo, su condición de residencia real hasta el siglo XIX. Su ladrillo rojizo y sus arcos blancos son el primer bocado a un conjunto que destaca por sus kilómetros y kilómetros de inmensos jardines por los que pasear junto a la tranquilidad y la brisa que emana de un río Tajo aún tímido y estrecho por estas latitudes.

Kilómetros de paseo entre vegetación, laberínticas callejuelas entre setos, anchos caminos entre largos y estilizados árboles. Lo cierto es que, más allá del palacio y su conjunto, las calles de Aranjuez y sus toscos edificios no difieren demasiado de cualquiera de las ciudades de la periferia madrileña, pero la inmensa zona ajardinada le aporta el atractivo perfecto para perderse alejándose del estrés, para escaparse, especialmente una tarde de primavera. Parques para vagar sin rumbo fijo entre sus verdes y sus patos.



Además, caminando por ellos se descubre que hay más de un palacio en la ciudad. La llamada Casa del Labrador se encuentra en el extremo Este de los jardines y, aunque exteriormente es menos llamativa y mucho más pequeña que el palacio principal, su interior goza de una suntuosa decoración que hace ver la extrema riqueza con la que vivieron los monarcas españoles durante siglos. Otro punto resaltado por la Unesco.

Entre palacios y jardines no se olvidan sus arcos. Una de las fotos más disparadas en Aranjuez es la de sus interminables paseos custodiados por arcos de piedra y suelos adoquinados. Uno de los más largos es el que flanquea la Calle del Río Guadiela, dejando en la otra acera una inmensa plaza terrosa, vacía, recordando tiempos en los que quizás fuera traspasada por carros de caballos.



Desde allí ya se empiezan a abrir las calles residenciales de la ciudad, menos interesantes, aunque necesarias en la búsqueda de algún restaurante, algunos pintxos, vinos, incluso de algún rincón esporádico que aparezca tras alguna puerta antigua.

Si se quiere hacer una escapada más amplia, también empiezan a desarrollarse opciones más allá de los palacios. El auge del turismo activo ha hecho que este sitio real aproveche el tajo y sus áridos alrededores para ofrecer actividades como piragüismo, paseos a caballo, talleres de agricultura ecológica... un tipo de experiencia que da valor añadido al viajes y que aquí acompaña y contrasta con una historia de grandeza y egolatría, con un trocito de la historia.

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